Con frecuencia, la expresión de metáforas relativas a la reforma de una casa o a una mudanza, durante el análisis, es un indicio del hecho que se están produciendo profundos cambios en la vida emotiva del paciente. En este bonito libro, el Autor, va más allá de este dato y llega a proponer la creatividad como mínimo común denominador entre psicoanálisis y arquitectura. Estas dos ciencias se cruzan frecuentemente con el arte. A la consulta de un psicoanalista y al estudio de un arquitecto se les exige continuamente que se transformen en laboratorios artísticos de transformaciones y en fantasiosas habitaciones tanto en el mundo interior, como exterior. Pienso que este libro abre una puerta hacia nuevas aventuras de la mente. No se lo pierda. (Antonino Ferro, Sociedad Psicoanalítica Italiana, Pavia)
Cada vez es más necesario dirigir la atención a la complejidad del sistema simbólico que une a los habitantes de las casas con las ciudades a través de una fructuosa comparación entre conocimientos arquitectónicos, urbanísticos y psicoanalíticos. Arquitectos, urbanistas y psicoanalistas pueden enriquecer sus competencias específicas, asumiendo otros vértices de observación, para llegar a una visión general de la relación entre recursos, individuo y territorio y, por tanto, a una sostenibilidad psicológica y ambiental que favorezca el bienestar del ser humano. El tratamiento del sufrimiento mental por parte de los psicoanalistas y la investigación sobre el medio ambiente por parte de los arquitectos y urbanistas, pueden encontrar buenos niveles de integración en el marco de proyectos de colaboración, convergiendo en una visión común de la dimensión habitacional, en la que se sitúa el complejo y articulado tejido de necesidades biológicas y funciones simbólicas que da origen a una determinada disposición, partición y utilización de los espacios. Espacios públicos y privados: los barrios, las casas, las escuelas, los museos, las cárceles, los hospitales, las comunidades terapéuticas, pero también los consultorios de los psicoanalistas, es decir, los contenedores de nuestra existencia